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Un espacio

Para agradecer a:

Alice por ser leer todo lo que escribo, por más que esté horrorosamente horrible (sobre todo con los tiempos verbales, ella saaabe).

Hachedesilencio que siempre tiene las frases precisas para los capitulos de Dike. Aunque el staff no lo sepa, gracias por hacer lo que hacen.

A mi familia por soportar todas mis locuras.

A los que leen, comentan, descargan y se dan una vuelta por acá. Perdón por el tiempo que me tomo para publicar cosas... gracias por leer!!

~ ferdeimos

sábado, 6 de abril de 2013

El do del saxofón - Cuento corto


El do del saxofón

Supimos, tan solo una vez, tener un puesto de comidas al paso a la vera de la Ruta 41. Muchas personas, en sus vehículos, transitan por este tramo de casi 200 kilómetros rodeados de pasto, alambrado, aves, alguno que otro charco a los lados del trayecto, y ese olorcito tan característico del campo campero.

Voy a ser sincera, el lugar estuvo, está y estará desierto, sólo el canto de los horneros, el vuelo rasante del chimango y los mosquitos  nos acompañaban mientras preparábamos nuestro puesto de comidas al paso de único plato.

Hubo una vez, que tuvimos el placer de atender a una única familia. Estaba el padre, la madre y dos mocosos inquietos. Los hicimos sentar cerca del hogar a leña porque hacía frío, era pleno invierno.

Mi hermano mayor fue quien los atendió primero. Cosa que habíamos aprendido, de la vez que fuimos a la ciudad, era ofrecer las bebidas antes de la comida. Así que le pidieron dos gaseosas dietéticas y un vino para acompañar a las milanesas napolitanas con papas fritas. Otra opción no tenían puesto que ese era el menú del día.

Mientras las migajas de panes iban apareciendo sobre la mesa, el jefe de la familia degustó el vino que mi hermano había llevado. Ante la falta de matices afrutados y cierta frescura en el paladar, además de la buena acidez, exigió que se le trajera un vino blanco de mayor calidad.

Como era de esperarse, con una sonrisa gigante, mi hermano se retiró con el vino e ingresó a la cocina donde mi madre cocinaba el delicioso almuerzo que les esperaba a los clientes. Y mientras esto transcurría, mi hermano tomó, del tercer cajón de la gaveta, una etiqueta dorada, símbolo de importancia y elegancia, y la pegó sobre la etiqueta del vino que tenía en mano.

Con la misma sonrisa con la había sido despachado hacia la cocina, volvió a la mesa y aguardó la aprobación de este agudo catador. << ¡Qué buen vino, señor! >> Exclamó.  

A todo esto, yo tenía que servir las gaseosas. Obviamente que no disponíamos de gran variedad en cuanto a bebidas nos referíamos, así que decidí llevar una jarra de vidrio llena de gaseosa, común. Ellos iban a comer milanesas a la napolitana, y con papas fritas, no estaban a dieta.

Mi hermana, la artista, con ánimo de mostrar al público presente la nueva canción que había aprendido esa mañana en la clase de música, se armó de coraje y, con el saxofón en mano, se situó delante de la mesa de los clientes.   

Se había acabado por completo el pan de la mesa. La familia, cansada de esperar por la comida, se iba a disponer a expresar su disgusto convocando a mi hermano, pero fueron interrumpidos por un do enharinado que mi hermanita interpretó con gran entusiasmo.

Mi hermano menor, el pícaro incorregible, nos contó que él deseaba emular un invierno con nieve. Introduciendo harina dentro de la boca del saxo pensó que lograría aquel efecto en el público.

Mientras limpiábamos el piso, mientras mi hermanita lloraba al compás de la risa de mi hermano y los insultos enardecidos, llegó mi madre con la comida.

<< ¿Qué es esto? >> Preguntó atónita la mujer enharinada ante la presencia de un solo plato en la mesa. Respondimos al unísono << Este es un puesto de comidas al paso de único plato >>

Autora: ferdeimos


Los hechos y/o personajes de la historia son ficticios, 
cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia

Nos vemos en el próximo cuento corto...

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA 3.0,
 como se detalla en http://creativecommons.org/licens.

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